Paraguas en llamas, Jordi Mestre

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Por Mario Aznar

Es fácil seguir el rastro de un olor ya conocido, como esos aromas de infancia que nos hacen confundir la memoria con la experiencia. La famosa magdalena de Proust. El del reconocimiento es uno de los varios placeres que puede provocar la lectura: reconocer en el texto nuestras propias aspiraciones o las ideas que una vez pensamos —o leímos pensar— y se volvieron nuestras. Por eso, entre otros motivos, es placentero seguir la pista a un autor al que admiramos. Placentero y relativamente fácil. Lo difícil, y más aún en estos momentos tan decisivamente mediados por la exposición pública, es encontrarse con la escritura fascinante de un desconocido: el placer del descubrimiento.

Este tipo de placer es el que cualquier lector experimentará al acercarse al libro de Jordi Mestre, Paraguas en llamas, que acaba de editar —cómo no— Pepitas de calabaza. El caso de Mestre es singular y merece un comentario, aunque los años deberán obligarnos a obviar las circunstancias. Mestre nació en Barcelona en 1966, trabajó en distintos medios de comunicación, sobre todo deportivos, y entre 2005 y 2014 dio vida al blog que da título a este libro. Hacia finales de 2006, el escritor Enrique Vila-Matas comenzó a visitar el blog de Mestre con «cierta ansiedad y frecuencia». Con el tiempo, estas visitas se volvieron sistemáticas y necesarias, hasta el punto de que Vila-Matas y Mestre mantuvieron una discreta y «moderna» correspondencia virtual, súbitamente interrumpida. El silencio de Mestre se tradujo, con el paso de los días y los meses, en un goteo cada vez más infrecuente de publicaciones en la web, hasta cesar completamente en 2015.

El 15 de septiembre de 2016, Vila-Matas recibió un nuevo e-mail desde la dirección de Mestre, pero no escrito por él, sino por su mujer: «Soy Àngels, la Nueva. He pensado que así le pondrías cara a Paraguas en llamas. Un saludo». Al escueto mensaje de la Nueva —madre de Umbrello y de Fratello en el blog y en el libro— lo acompañaba un enlace del diario SPORT donde se comunicaba la muerte de un compañero de redacción, Jordi Mestre, a causa de un tumor cerebral «contra el que luchó valerosamente y que al final, por desgracia, le ha vencido». Ante la noticia de su desaparición, inesperada para Vila-Matas y para muchos de sus lectores online, el escritor transformó la pena en optimismo para compartir en su web personal una llamada de atención sobre los «cuentos mínimos» de Jordi Mestre. Un año y medio de silencio fueron necesarios hasta que una editorial de extraordinario olfato como Pepitas se decidió a contactar con Vila-Matas y, a través de él, con la Nueva.

El resultado es Paraguas en llamas. Diarios, apuntes y otras distorsiones de la realidad (2005-2014), una antología editada con mimo por Julián Lacalle y prologada con afecto y generosidad por el mismo Enrique Vila-Matas. A decir verdad, el placer del descubrimiento es el que debieron sentir los lectores del blog original, y no tanto nosotros, que llegamos al libro con el camino empedrado y las puertas abiertas. Sin embargo, la sensación de revelación al leer este libro es única, y las ganas de compartirla son próximas a las que debió de sentir Vila-Matas, aún con el corazón encogido.

Los textos, todos titulados y debidamente fechados, componen la cartografía de una inteligencia extraordinaria, y leerlos es recorrer un mapa desconocido y al mismo tiempo familiar. Tratándose de narraciones muy breves —a excepción de la primera, algo más extensa, titulada «Cuarenta observaciones a modo de introducción»— el ritmo de lectura es frenético y uno no encuentra el punto en el que detenerse, por lo que continúa espoleado por el sarcasmo y la inteligencia de una forma de mirar libre de toda atadura. La escritura de Jordi Mestre es lúcida y poco dada a las florituras, rebosante de humor, ternura y acidez. El fútbol, el trabajo, los recuerdos, las anécdotas cotidianas, las relaciones afectivas, la música, las lecturas o las reflexiones ingeniosas y explosivas del autor son algunos de los materiales con los que está construido este artefacto polifacético, a veces desternillante y otras melancólico.

Lejos de la realidad en que ha visto la luz, Paraguas en llamas es un libro divertido. Con estas palabras de Turguénev se abría el blog de Mestre: «Ya sé que estos recuerdos no son alegres ni significativos, pero no tengo otros». La cita es de su Diario de un hombre superfluo, publicado en 1850, y en su ironía, su humildad y su secreta trascendencia están cifradas las virtudes de Jordi Mestre como narrador y también como observador, según comprobará el lector en esa primera pieza, fantástica, donde el azar, la intuición y la lógica se intercambian con resultados imprevisibles:

Mis reflexiones siempre nacen de mi inmenso poder de observación. Sí, tengo un grandioso poder de observación, y eso me permite ver cosas que la mayoría de la gente no ve, pero también me obliga a pensar mucho en ellas.

Que el diarista Iñaki Uriarte o el cineasta José Luis Cuerda sean quienes acompañen este libro en el catálogo de Pepitas, prologado por el propio Vila-Matas, puede parecer solo una coincidencia o, por el contrario, una conexión inevitable que siempre estuvo ahí, un poco inverosímil, como un paraguas en llamas.

Fotografía del autor: SPORT

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