Mis mejores lecturas de 2019

Nueva reseña

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Por Mario Aznar

Si no estuvieras leyendo este correo significaría que estás de vacaciones, disfrutando de un merecido descanso o borracha como una cuba. En cambio, si sigues al pie del cañón, no esperes más y pincha AQUÍ para descubrir Mis mejores lecturas de 2019.

¡Boom! Llega esa fecha en la que, sin saber uno por qué, se ve impelido a enumerar un puñado de lecturas especialmente memorables. Es la hora de la lista. El año pasado no la hice, pero en 2017 sí, y ahí estaban Jorge Carrión, Samanta Schweblin, Valeria Luiselli o Enrique Vila-Matas, entre otros. Quién sabe si para compensar el vacío de 2018, o para contrarrestar alguna que otra lista estúpida y repetitiva de las muchas que saldrán a la luz estos días, este año toca rendir cuentas con algunos de los libros que me han acompañado durante este año turbulento y productivo (personalmente, incomprensible). Como repite todo el mundo en tiempos de elecciones: si no votas, ellos eligen por ti. Y por ahí sí que no paso. 

Un año más, gracias por seguir apoyando nuestro trabajo. Desde Lector salteado deseamos que pases unas felices fiestas, que sigas disfrutando de la literatura como el primer día y que, si alguien tiene que atragantarse con un polvorón, le toque siempre al de al lado. ¡Feliz Navidad y mejor 2020!

 

79.

Café Con/suelo

Este viernes he empezado el día escuchando O how she dances, de James Luther Dickinson, por recomendación de los búfalos de la editorial Dirty Works. Todo iba bien. El engranaje de la vida estaba bien engrasado con café con leche y música, pero a media mañana he escuchado un ruido raro, muy leve, como el chirriar de una articulación metálica cubierta de polvo y óxido. No he logrado interpretar el sonido hasta saber que Julián Rodríguez Marcos, fundador junto a Paca Flores de la editorial Periférica, ha muerto esta mañana de un infarto —cincuenta años y un infarto—, quién sabe si mientras sonaba la canción de Dickinson. Un sabio joven que ya no está. Él era uno de esos editores a los que se les nota el gusto y la buena mano, como dice M. Un tipo discreto e infatigable. Eso es lo que me gustaría escribir, pero la fatiga le llegó esta mañana, cuando nadie se lo esperaba. Supongo que ni siquiera su pareja y también editora Irene Antón (Errata Naturae), a quien abrazo sin conocerla. No soy muy dado a las conspiraciones, pero pienso en Claudio y en Julián —pienso en Irene— y diría que alguien le guarda cierta inquina al mundo del libro, al mejor lado de ese mundo complejo y algo borroso. A los familiares y amigos de Julián Rodríguez no los consolará nada ni nadie. A sus lectores, sin embargo, nos quedan sus libros, los que él mismo escribió y también los de Yuri Herrera, Rita Indiana, Vicente Valero, Valérie Mréjen o Lorenza Mazzetti. O how she dances. ¿Y si en su canción Dickinson se refería a la vida, a cómo baila la vida? Julián Rodríguez Marcos, infatigable, a pesar de la fatiga.