
Por Mario Aznar
Fernando Oreste Nannetti pasó más de veinte años de su vida encerrado en el pabellón penitenciario del manicomio de Volterra, en Italia, donde escribió una obra extraña y fascinante sobre un muro de más de setenta metros de largo. Escribía o inscribía —pues el resultado está muy cerca del grafiti y es considerado muestra emblemática de Art Brut— con la hebilla metálica del chaleco o cinturón —según la versión— de su uniforme, realizando esforzadas hendiduras en la superficie poco cómplice de la pared.
Este es el material principal del que se alimenta la singular novela de Raúl Quinto, La canción de NOF4, editada este año por Jekyll & Jill con una fabulosa ilustración de cubierta, obra de Alejandra Acosta. Aunque fuera apócrifo, el material de partida es indudablemente bueno, hay que admitirlo, y la imagen que proyecta es de una potencia obnubilante. Por eso en estos casos el riesgo es exponencialmente mayor. ¿Cómo no desbaratar una historia ya de por sí subyugante y atractiva? Es un caramelo envenenado. Un caballo de Troya que el poeta Raúl Quinto se propone y logra capear con éxito aplastante.
Quinto ha abierto las puertas de la enorme trampa de madera, ha saludado al enemigo y lo ha sentado a su mesa. El resultado es una narración hipnótica con vocación fabulística, pulso de ensayo y raigambre poética.
Aunque para los rastreadores de raros Nannetti no es exactamente un desconocido —otros escritores como Tabucchi se han aproximado a su genio y creadoras como la poeta Enzia Verducchi se han inspirado en él—, la tentativa de Raúl Quinto es honesta y profunda, como las hendiduras en el muro, sin faltar al humor soterrado y ciertamente oscuro que exige la historia de vida de un personaje como Nanof o NOF4, como él mismo se identificaba, que pasó buena parte de su vida dedicado a idear y recrear un universo fragmentario con una realidad geográfica, química y astronómica propias.
Aquí hay datos y hay conjeturas, hay preguntas, pero no juicios ni respuestas. El lector tratará de entender al narrador al mismo tiempo que este intenta entender al artista o al escritor —de Volterra, no de Cartagena— y se pregunta por sus motivos, sus obsesiones, sus necesidades y sus límites. La investigación biográfica sobre Nannetti es seductora y uno disfruta desenvolviendo detalles de esa microhistoria marginal por marginada. Pero más allá de una figura excéntrica a la que idolatrar, y que bien podría ser completamente ficticia, el encierro, la soledad, la escritura, la creación y —su hermana bastarda— la locura parecen por momentos las verdaderas protagonistas del libro, inundado de lúcidas y gozosas reflexiones.
Con La canción de NOF4 se puede identificar de forma válida el principal atributo de la obra alucinada y perturbadora de Nannetti: no importa tanto qué escribe, sino por qué y para quién —desde dónde, que diría Blanchot. Dos incógnitas que el autor arranca de las entrañas de un preso psiquiátrico para lanzarlas todavía humeantes a los pies de cualquier creador.
Fotografía del autor: Jekyll & Jill.