Curso de filosofía en seis horas y cuarto, Witold Gombrowicz

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Witold Gombrowicz vino al mundo en 1904 y desapareció en 1969. Nació en Polonia, vivió en Argentina y murió en Francia. Estudió Derecho en Varsovia y después Filosofía y Economía en París.

Poco antes de que estallara la II Guerra Mundial, Gombrowicz viajó a Argentina junto a un grupo de escritores polacos. Durante lo que debía haber sido una breve estancia, Alemania invadió Polonia de forma impetuosa y el escritor decidió permanecer en Buenos Aires durante un tiempo que se acabaría prolongando hasta el año 1963.

De entre sus obras más conocidas destacan las novelas Ferdydurke (1937), Transatlántico (1953) o Pornografía (1960), la obra de teatro Yvonne, Princesa de Borgoña (1958) o sus Diarios 1953-1969, publicados en España por Seix Barral en 2005.

Junto a otros nombres tan conocidos como el de su amigo Bruno Schulz o el de Staislaw Lem, Gombrowicz es uno de los escritores polacos del siglo XX que mayor influencia ha tenido en la literatura americana y europea contemporánea.

En 1937 publica su primera novela, Ferdydurke, que, tras una vorágine de máscaras, sátira social y crítica  cultural, busca construir una forma flexible capaz de acoger la vida de unos tiempos convulsos. Las hazañas de Kowalski, el protagonista de esta novela, se mueven por el camino de lo cómico, lo absurdo y lo erótico, aunque detrás de cada movimiento puede vislumbrarse una concepción filosófica y crítica profundamente serias.

Gombrowicz abominó de cualquier forma de identidad colectiva y de imposición autoritaria, atacando directamente los ideales del nacionalismo y criticando de forma corrosiva  el régimen comunista impuesto por Rusia en territorio polaco. Si a esto añadimos su largo peregrinar físico (Argentina, Alemania, Francia…) y profesional (periodista, traductor, profesor de filosofía…), pronto entendemos su visión abierta y poliédrica del mundo.

No en vano, la versión de Ferdydurke que la editorial Argos publicó en Argentina en 1947 fue fruto de una traducción colectiva y conjunta desarrollada entre amigos en los encuentros del café Rex. Entre los miembros del «equipo traductor» cabe destacar la labor del escritor cubano Virgilio Piñera (Leer con entusiasmo y cara de tonto sus genialmente absurdos Cuentos fríos, 1956, editados en Cátedra por Vicente Cervera y Mercedes Serna).

 

Zbiory Muzeum Literatury w Warszawie

Witold Gombrowicz y Rita Labrosse

 

Como ha ocurrido con otros muchos grandes escritores, la inquieta carrera vital y literaria de Gombrowizc fue siempre de la mano de un amor muy personal por la filosofía. Y como ha ocurrido con otros muchos grandes escritores, una inquieta carrera vital y literaria y un personal amor por la filosofía siempre fueron ingredientes de un cóctel peligroso.

El mismo año de su muerte, ya retirado en Vence, cerca de Niza, el escritor padeció una dramática decadencia física que lo empujaba a pedir insistentemente a sus amigos Constantin A. Jelenski y Domnique de Roux que le proporcionasen veneno o una pistola. La idea del suicidio asedió a Gombrowicz en sus últimos días hasta que Dominique comprendió que sólo la filosofía era capaz de movilizar su espíritu y distraerlo del sufrimiento que una dolencia pulmonar le provocaba desde hacía demasiado tiempo.

De modo que Dominique de Roux y la mujer del escritor, Marie Rita Labrosse, se convirtieron en las alumnas del especial curso de filosofía que Gombrowizc dictaría entre los días 27 de abril y 25 de mayo de 1969.

El escritor moriría el 24 de julio de ese mismo año.

Así, publicado originalmente en 1995 por Éditions Payot & Rivages, el Cours de philosophie en six heures et quart está estructurado en seis «lecciones» dedicadas a una reconstrucción personal de los pensadores modernos que conforman la filosofía de nuestro siglo: Kant, Schopenhauer, Hegel, Kierkegaard, Marx, Nietzsche, Heidegger, Sartre

Sin embargo, al contrario de lo que podría parecer, este libro de origen oral no es un manual de filosofía (en todo caso un «antimanual», como se le ha llamado), sino una recapitulación del propio pensamiento de Gombrowicz a través del pensamiento de estos grandes filósofos.

Con humor, una increíble capacidad de síntesis, una intuición extraordinaria, mucha irreverencia y una inevitable dosis de nostalgia, Gombrowicz buscó transmitir a sus privilegiadas alumnas (y, por extensión, a nosotros) la necesidad de un pensamiento filosófico sin dogmatismos, y de una reflexión crítica y pausada acerca de lo que somos y de lo que nos rodea.

 

Descartes tuvo miedo de las consecuencias aterradoras de sus ideas.

 

Con intuiciones como ésta, el autor de Ferdydurke nos aleja del halago gratuito y nos presenta fríamente el carácter abismal de una «duda absoluta» como la que vislumbró el filósofo francés. Pero gracias al tono desenfadado y ameno del que, por la cercanía afectiva de su audiencia original, hoy nos beneficiamos todos, el Curso de Gombrowicz se defiende de su lado más oscuro y se convierte en una suerte de declaración de amor tragicómica por la filosofía.

Estas «lecciones» no salvaron la vida del escritor polaco, pero probablemente allanaron un camino que se presentaba escarpado, lleno de barro y de piedras afiladas. La reflexión y, más aún, la posibilidad de compartirla, sustituyeron en esta ocasión el poder analgésico del veneno y de las armas.

En la última página de este brevísimo ensayo, cuando Gombrowicz se acerca ligeramente a la oposición dialéctica que, para el existencialismo, supone la aparición del estructuralismo, todo acaba.

Quedan dos meses para su muerte y el Curso de filosofía en seis horas y cuarto finaliza con una escueta aclaración del editor:

 

 [el texto se interrumpe aquí].

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