La garza, Giorgio Bassani

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Este año se celebra el primer centenario del nacimiento del escritor italiano Giorgio Bassani (Bolonia, 1916-Roma, 2000), autor de novelas, relatos, poemas y guiones de cine. Para no ser menos que nadie, lector salteado quiere proponer la lectura de un libro extraordinario: La garza (1968), novela que constituye el quinto libro del célebre ciclo narrativo La novela de Ferrara, publicado en su versión definitiva en 1980.

Una vez más nos hemos saltado su obra más conocida. En este caso, El jardín de los Finzi-Contini (1962), cuya fama se debe en gran medida a la regular adaptación cinematográfica que en 1970 realizara  Vittorio De Sica. A pesar de esta adaptación -«fallida» para el autor- Bassani mantuvo una muy sana relación con el mundo del cine, trabajando como guionista para cineastas de la talla de Luchino Visconti, Mario SoldatiLuigi Zampa o Michelangelo Antonioni. Además, mantuvo una estrecha amistad con Attilio Bertolucci y con Pier Paolo Pasolini.

El mundo de la imagen, como es fácil comprobar, fue fundamental para el desarrollo de su carrera literaria. Esto también lo atestigua la admiración que demostró hacia pintores como Giorgio Morandi o Filippo de Pisis, su experiencia como alumno del historiador del arte Roberto Longhi o su inteligente lectura del filósofo Benedetto Croce.

 

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Giorgio Morandi, «Natura morta» 1955

 

Como quien critica la monogamia, se dice que Bassani fue escritor de una sola ciudad: Ferrara, la ciudad que lo vio crecer y madurar dentro de ese paréntesis que constituye su ciudad natal -Bolonia- y la capital italiana donde murió muy enfermo a los ochenta y cuatro años de edad. Sin embargo, Bassani no entendía cómo puede uno desarrollar su escritura dentro de un marco que no sea su propia vida, con sus lugares, sus tensiones, sus alegrías y sus dramas.

El estilo bassaniano es, sin duda, realista, aunque se trata de un «realismo oblicuo» -como dirá Pasolini-, un realismo metafísico que trasciende la descripción del terruño y de la estampa costumbrista para tratar problemas existenciales que están más allá de cualquier estilo tipificado.

 

Verdadero y no verdadero, visto e imaginado, cercano y lejano: todas las cosas se mezclaban, se confundían entre ellas. Hasta el tiempo normal, aquel de los minutos y de las horas, ya no estaba, ya no contaba más.

 

En un contexto neovanguardista (ManganelliEco, Sanguinetti…), Bassani publica La garza -L’airone- que representa una de las cimas del realismo literario trascendente. El mismo Bassani identificó esta novela con la «descripción de un viaje hacia la muerte», y es que sin duda se trata de un descenso órfico provocado por los males de la amargura y la desesperanza.

La novela narra un día en la vida de Edgardo Limentani -hombre maduro, propietario, burgués y judío, como Bassani-  al que como lectores acompañamos en un viaje exterior e interior desde Ferrara a los alrededores de Volano, donde le espera una indeseada jornada de caza. Esta jornada fantasmagórica transcurre a través de paisajes brumosos y pueblos desiertos por las horas excesivamente tempranas en que tiene lugar la acción, y se desarrolla, no lo olvidemos, en un contexto muy particular. El relato está ambientado en el invierno de 1947, en un periodo de transición hacia lo que conocemos como dopoguerra o postguerra italiana, tiempo de desconcierto en el que nuevas tensiones sociales irán surgiendo hasta dar lugar a un nuevo contexto político, social y, por supuesto, intelectual.

Ecco el realismo: la descripción del paisaje y de los pueblos por los que la mirada cinematográfica del narrador en tercena persona va guiando nuestra lectura, la representación de un escenario histórico preciso, la ambientación de los espacios cerrados -los bares, las casas, la hospedería. Sin embargo, la poesía de Bassani traspasa el género novelístico y la descripción espacial es siempre metafórica, así como la delimitación del contexto sirve para encauzar las tensiones raciales -judíos y fascistas- y sociales -trabajadores y propietarios-, que progresivamente van dictando la forma del relato y el devenir existencial del protagonista.

Tensiones que acaban reduciéndose a una sola, entre la vida y la muerte:

 

Desde el fondo de la salita el espejo vertical del armario color pajizo le reenviaba la imagen de sí mismo de pie, junto a la puerta: una imagen lejana, apenas insinuada, como si estuviera a punto de disolverse.

 

La muerte se convierte aquí en el lugar de la belleza, en el lugar de la calma y el reencuentro con la serenidad. Nadie que lea esta novela puede olvidar la mirada mantenida entre Edgardo y la garza herida, ni la vitrina con las aves disecadas, ni la niebla de los valles donde sólo se escuchan «los gritos lejanos de pájaros invisibles, altos en el cielo».

La escritura de Giorgio Bassani es una escritura metafísica de la que sólo adelantaré la imagen de una plaza desierta, cuando apenas ha amanecido, cruzada por el caminar lento y errabundo de un perro. Ése es de algún modo el caminar de Edgardo Limentani. También el de Giorgio Bassani.

«El yo profundo es inefable», dirá el escritor en una entrevista. Y aunque estemos de acuerdo con él, después de leer La garza no podremos evitar pensar que algo se ha dicho en esta novela de nuestro yo profundo, del yo profundo de todos nosotros.

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En España, editoriales como Lumen, Tusquets o Debolsillo han publicado obras de Bassani. Cátedra editó La garza hace ya algunos años. Acantilado acaba de sacar a la luz Las gafas de oroIntramuros, ambas en traducción de Juan Antonio Méndez. Omnia venit.

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