Si es verdad que el político y escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) empieza su Facundo con una cita falsa o errónea en francés, que dice: On ne tue point les idées (las ideas no se matan), discrepo. En mi ensueño, en mi duermevela, en mi alucinado letargo de drogado, disfruto dejando morir las ideas. El cuaderno está en la mesilla de noche, junto a la cama, yo estoy en la cama, la idea está en mi cabeza, la idea agoniza en el mar del olvido, yo doy media vuelta en la cama y dejo el cuaderno, cerrado, a mis espaldas. Confieso que he matado o dejado morir infinidad de ideas, buenas y malas. Aunque quizá la cita de Sarmiento sea verdadera –pudiendo ser que Sarmiento tenga razón (si Piglia está en lo cierto)– y las ideas no se maten y yo no sea un logocida sino un dulce suicida desangrándose desnudo en la bañera.