[Diario de lectura de las entrevistas aparecidas en The Paris Review entre 1953 y 2012]
La novelista y traductora Olga Andreyeva Carlisle viajó a Rusia en enero de 1960 para entrevistar a Borís Pasternak, Premio Nobel de Literatura mundialmente conocido por ser el autor de El doctor Zhivago. Después de una semana en Moscú, la entrevistadora supo que el escritor no tenía teléfono, así que decidió contravenir los consejos de quienes le hablaron de las reticencias de Pasternak a recibir visitas extranjeras —»Estoy trabajando. No puedo recibir a nadie. Por favor, váyase», decía una nota en inglés a las puertas de su casa— y armándose de valor se encaminó en taxi hacia Peredélniko, el pequeño pueblo donde residía el escritor. Contra todo pronóstico, Pasternak la recibió, la invitó a acompañarlo al club de escritores y de camino dieron un largo rodeo: «Los paseos forman parte de la vida social de los rusos —como las reuniones para tomar té o las largas tertulias filosóficas— y Pasternak, por lo visto, disfrutaba mucho de esta forma de esparcimiento».
La presentación del encuentro se alarga y se alarga, dejando entrever el verdadero carácter narrador de la entrevistadora, hasta que en cierto punto somos conscientes de no estar leyendo una entrevista al uso. De hecho, Pasternak rechazó ofrecer una entrevista oficial, para la cual le sugiere a Carlisle que vuelva en otoño, cuando esté menos ocupado. En su lugar, la experiencia de Carlisle compartida con el escritor durante varios domingos es lo que ocupa estas páginas, aproximándolas mucho más a un relato de ficción o a una crónica que a una entrevista propiamente dicha. Se habla de literatura francesa, de Tolstói, de Faulkner, del precio de la fama, de gastronomía rusa, de Nietzsche, de Andréi Bely, de teatro y, por supuesto, de El doctor Zhivago. Sin embargo, no sé si es porque el formato trunca mis expectativas, porque siento que me interesan mucho más Olga Andréieva o el pueblo de Peredélniko que el propio Pasternak, o porque hoy tengo tantas cosas que hacer que mi cabeza está en otra parte, pero la entrevista, en general, apenas me resulta interesante. Me quedo con mi fascinación personal por la mención de alimentos en los libros —el guiso de venado, el kvas, los arenques marinados, la macedonia de verduras, el vodka— y con esas palabras de Marina Tsvietáieva, amiga del premio Nobel, que bastarían para salvar cualquier entrevista: «Pasternak parece al mismo tiempo un árabe y su caballo».
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Un comentario en “TPR # 14 | Borís Pasternak”