Sexto día de cuarentena.
Por aquí los días se suceden alternos. Noto que algunos se escapan, se escurren por los intersticios de la noche y cuando me decido a registrarlos ya no están. Solo así logro explicarme la falta de coherencia entre este diario y el día a día. Hay días especialmente esquivos y eso todo el mundo lo sabe, más aún en estado de alarma.
Ayer me decía una amiga italiana, después de quince días de cuarentena: «al principio era extraño porque era surrealista, ahora es extraño porque ya no parece surrealista. Es como si nos hubiéramos habituado a esta dimensión».
Habituándome a esa nueva dimensión recuero que cuando le recomendábamos a mi abuela que caminara todos los días un poquito nos decía que qué hacía ella por ahí andando sola como las locas. En esto pienso mientras recorro una vez más los cuatro metros de pasillo.