Segundo día de cuarentena.
Hoy he delinquido. No me enorgullezco de ello. Como reclamarle a tu padre los libros que le prestaste: no es justo, pero es necesario. Luego hemos comido bien. He dormido una siesta bastante larga y he hecho los ejercicios para el hombro que me recomendó el fisioterapeuta. He ido a ver si mi abuela necesitaba algo y no me ha querido ni abrir la puerta. Me ha dejado un bizcocho sobre el felpudo.
He vuelto a 2666. Al fondo suena en bucle el Himno de la alegría en una flauta dulce estridente y desafinada. Para contrarrestar, en casa suenan los nocturnos de Chopin interpretados por Brigitte Engerer. Mientras yo escribo, A. lee recostada en el sofá. Está confinada, pero parece confitada. Mañana más.