El viernes no escribí porque el poco tiempo que tuve para hacerlo lo pasé golpeando un saco de boxeo. Desde entonces he querido llenar ese hueco, pero durante los fines de semana está prohibido escribir aquí. En su lugar, conocí a un tipo interesante, volví a encontrarme con un buen amigo que pronto se irá a vivir a la isla de Reunión, en el océano Índico, vi el mar y dormí en la orilla, asistí al estreno de un corto genial —Solo nos ven de día, de Álvaro López— y me rompí las palmas de las manos con el Chicago Mass Choir en concierto. He descubierto que se puede vivir pegado a un escritorio y que, aún así, hay vida después de las ocho.
Imagen: Representación de la curvatura del espacio-tiempo como una ‘cama elástica’, ESA–C.Carreau