El otro día escribí que el escritor Sergio Chejfec y yo debíamos ser muy distintos. Lo dije, y ahora, solo porque puedo, me retracto. Aunque él sigue viviendo en Nueva York y yo sigo sin saber dónde vivo, Chejfec y yo nos parecemos más de lo que pensaba. Por si alguien no me cree, vuelvo a citar Mis dos mundos:
En general, miro bastante hacia abajo cuando camino. El suelo es una de las cosas más reveladoras de la condición del presente; es más elocuente en sus daños, deterioros, desniveles o accidentes de cualquier tipo. Me refiero tanto a los suelos urbanos como a los campestres, los difíciles o los amistosos. Y en concreto me refiero a los suelos de los caminos, o a los suelos humanos en general, porque el suelo en abstracto, el suelo del mundo, habla otros idiomas muy difíciles de abarcar.
Qué consuelo saber que a Chejfec le preocupan tanto como a mí los suelos humanos. Lo demás es silencio.
Imagen: obras de Javier Garcerá en el Hospital Real, Granada